Mi mamá siempre me aconsejó que tenga cuidado con los hombres, que esté alerta durante las fiestas en las cuales yo no conocía bien a los muchachos, que nunca deje mi bebida. Asumí que ella era sobre-protectora, y cuando escuché la “one-in-three statistic,” (que una en tres mujeres está abusada sexualmente por lo menos una vez en su vida) no la creía. Pero viendo toda la evidencia colgada en el aire, representando una persona, frecuentemente un niño, generalmente una mujer, ya no la puedo dudar.
Algunos de los mensajes son triunfales, algunos tristes, la mayoría están llenos de ira. Muchos están escritos en español. Las camisetas son de diferentes colores; depende de la especie de abuso (violación, molestia de niño, tortura sexual, etc.), y no puedo dejar de pensar en el arco iris bíblico de esperanza que vino después de la inundación que resultó de los pecados.
Hablo con una voluntaria, quien me explica el proceso. “Para muchos de los estudiantes, cuando hacen una camiseta es la primera vez que han hablado de su abuso.” Me dirige adentro de una tienda donde se hacen las camisetas. La tienda es un espacio privado en donde se dice la verdad. Aquí confesas los pecados ajenos y recibes tu propia absolución.
Mientras examino las materiales, la pintura, los pedazos de tejido, ella me habla también de una reunión que toma lugar el 29 de mayo, “Take Back the Night” (Reclamar la noche). Para las víctimas, la oscuridad de la noche se asocia con la violación y la vergüenza. El propósito de la reunión es hacerla en un espacio de confianza y solidaridad.
Salimos de la tienda al aire fresco, le doy gracias a mi guía, y mientras camino a mi clase, veo la última camiseta que proclama, “NI UNA MÁS.” Es la meta del Clothesline Project: ni una más.
-Clara
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