Thursday, June 12, 2008

"Ya lo tengo puesto"




por James J Beck







Antes de entrar al sexto grado de la primaria llegó a mi vecindario una familia nueva. Habían comprado la casa vacía que estaba al otro lado de la calle donde vivía yo. Sobre esta calle solo vivía dos niños más de mi edad y entonces nos pusimos muy contentos cuando vimos que esta familia tenía un hijo de nuestra misma edad. Era una familia mexicana y para mí no fue algo raro ver alguien de otra nacionalidad porque mi mejor amigo en el vecindario era de Thailand. Nos hicimos buenos amigos con el hijo, se llama Eliseo, de la recién llegado familia Franco y empezamos a establecer una amistad que sigue hasta hoy. Pasé mucho tiempo en la casa de ellos y así fui expuesto yo a una cultura diferente a la mía. Hablaban un idioma que no entendía y comieron comida mexicana que realmente no había probado antes porque no fue igual a lo que sirven en Taco Bell. Una cosa que recuerdo hasta hoy es que la mamá no usaba el horno para cocinar sino para meter los comestibles y guardarlos ahí como un tipo de armario en la cocina. Ella cocinaba únicamente con la estufa y siempre comí bien en la casa de ellos. La mamá no hablaba inglés entonces siempre tuve que comunicar con ella a través de mi amigo y ella conmigo también. En la High School ella venía siempre para llevarnos de regreso a casa y recuerdo una frase que mi amigo me enseñó para poder responder a la pregunta que ella nos hacía al entrar de si habíamos puesto el cinturón. La frase que me enseñó fue “Ya la tengo puesto”. Yo no sabía lo que estaba diciendo al decir la frase pero ella me entendía y le daba risa oírme hablar en español.


En 2004 recibí un llamamiento para servir una misión para la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días y me asignaron a ir a El Salvador, un país chiquito en Centroamérica y un país de habla española. Cuando uno sirve una misión para la iglesia no se sabe a donde va a ir, por ejemplo tengo amigos que han ido a Japón, Brasil, Bolivia, Rusia y aún en los mismos Estados Unidos entonces cuando supe que iba a poder ir a El Salvador y aprender el español me animé mucho. Mi experiencia en El Salvador fue única, jamás tendré una semejante. Antes de ir pasé dos meses en un centro de entrenamiento en Utah aprendiendo y practicando el idioma y también cómo hablar y enseñar a la gente. Salí del centro con algo de confianza en mi habilidad de hablar español pero cuando llegué a El Salvador me parecía que hablaban otro idioma, no el español que yo había aprendido. En el principio fue muy difícil porque todo el día hablamos con los salvadoreños y yo no podía entender bien ni hablar bien. Pero con la ayuda de mis compañeros sobreviví los más difícil. Recuerdo muy bien el día cuando me di cuenta que podía yo hablar bien el español. Mi compañero y yo íbamos caminando en la calle y él me preguntó algo y yo le respondí sin pensar en lo que me había dicho, o sea, sin tener que traducir al inglés lo que me había dicho. Esto sucedió después de estar en el país como 4 meses. De este momento en adelante mi español mejoró bastante cada día hasta el punto de estar soñando en el idioma. Fue la suerte mía que todos compañeros que tuve en El Salvador eran de Centroamérica y eso no me dio ninguna oportunidad de usar el inglés y así fui perdiendo mi lenguaje nativo. Después de pasar dos años viviendo en El Salvador hablaba español mejor que el inglés y cuando regresé a los Estados Unidos me resultó difícil hablar el inglés como antes y por 6 meses después de regresar hablaba inglés con un acento (y si no me creen preguntan a mi familia, se burlaban de mí por mucho tiempo).

Fue bendecido con una oportunidad de poder ser parte y vivir dentro de una cultura muy distinta a la mía y también con un idioma diferente, un idioma que tuve la suerte de aprender mientras que estaba ahí. El día que regresé, caminé a la casa de mi amigo Eliseo y por fin pude hablar con su mamá. Fue algo extraordinario y después de conocerla durante 10 años tuve la habilidad de realmente conocerla y hablar muy bien con ella. He visto la misma cosa aquí en Los Ángeles también. En el salón de belleza donde trabaja mi esposa hay una señora que hace la limpieza. Ella está ahí cada día y las personas que trabajan ahí no saben nada de ella. Yo fui al salón un día y pasé unos cinco minutos hablando con ella (en español porque solo habla español) y yo la conozco mejor ahora que todos los empleados del salón. Para mí la habilidad de hablar español me ha abierto puertas que para los demás están cerradas y es algo que me conecta con gente aquí en Los Ángeles que han venido de Latinoamérica. Esa conexión es muy importante para mí porque me hace recordar el tiempo que pasé en El Salvador y las personas con quienes establecí una amistad duradera. Y para terminar quiero añadir que ahora entiendo la frase que mi amigo me enseñó en el carro de su mamá, “Ya la tengo puesto” o “I already have it on”.


No comments: