Monday, May 5, 2008

Una “Cita” en Vallarta

Por eSt


Las repetitivas melodías del compositor Marco Antonio Solís reciben a los consumidores que apresuradamente recorren los números y estrechos pasillos del inmueble. El fuerte olor a epazote, a chile pasilla, a laurel, a orégano y a flor de calabaza te indica que has llegado a un pequeño oasis latinoamericano.
Los mostradores del popular supermercado se encuentran repletos de productos predominantemente mexicanos, aunque no faltan los guatemaltecos, peruanos, brasileños y colombianos entre otros. Los precios y anuncios en castellano te informan que el inglés no es muy bien recibido en este mundo latino.
“Tímida y callada”, pero con una pequeña sonrisa en su rostro delgado y ovalado, Valeria Sosa comenta que “en Vallarta, uno puedo prácticamente encontrar todo lo que uno dejo atrás en su país.” Valeria, cajera de este supermercado describe que Vallarta vive lleno de gente latinoamericana que viene a buscar productos de sus países.
Es impresionante la fila de carros para entrar al congestionado estacionamiento de esta gigantesca tienda; Valeria me dice que algunas veces tiene que esperar hasta veinte minutos para “parkear” su carro. Indudablemente Vallarta es un “hit” entre la comunidad latinoamericana. Este fenómeno que se encuentra Victory Blvd y Woodman Blvd empezó cuando un inmigrante mexicano de nombre Enrique González Aguayo construyo el primer supermercado Vallarta en 1985. Hoy en día hay más de 25 Vallartas por todas partes del sur de california y Fresno.
Morena, baja y con obvios rastros de dolor en su rostro, Valeria me cuenta que lleva ocho meses trabajando en esta sucursal desde su llegada a Los Ángeles. Cautelosa y sin revelar mucho de su vida, Valeria me cuenta que dejo su vida universitaria en Managua; “Estaba estudiando ingeniera civil, pero tuve que venirme para acá.” La infelicidad que le causa trabajar como cajera en lugar de estar estudiando se refleja en sus pequeños ojos color jade. ¿Y tú estudias? Me pregunto Valeria.
El acento oaxaqueño de Valeria me había llamado la atención, ya que encontrarte con una nicaragüense que tenga acento mexicano no es algo que suceda todos los días. ¿Pshhh no ves que estamos en México? Dijo Valeria con una pequeña sonrisa. Probablemente esta chica sea más “mexicana” que yo, pero eso no me desalentó de continuar mi tarea “periodística.”
Mientras se fumaba un cigarrillo cerca de los carritos metálicos le pregunté si tenía papeles para trabajar, pero con su risa puntiaguda me respondió, ¿Qué, todavía ni me pides mi número de teléfono y quieres saber de mi estatus legal? Mi rostro se había tornado roja como un tomate; decidí que era hora de partir de esa esquina colorida del barrio Van Nuys.

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